La iluminación de un stand no es un simple elemento decorativo. Es una herramienta muy poderosa que te permite jugar con lo que quieres transmitir. Te permite crear atmósferas, dirigir la atención y potenciar la experiencia del cliente.
Cuando se diseña un stand, se tiende a focalizar en la arquitectura, los materiales, la gráfica, el contenido interactivo… y es habitual que la iluminación quede relegada a un segundo plano. Sin embargo, en la práctica, la diferencia entre un stand que genera impacto y uno que pasa desapercibido es, en buena medida, cómo se ha trabajado la luz.
La luz —o la falta de ella— puede condicionar la percepción de marca, el tiempo de permanencia y hasta el interés del cliente por visitar el stand. Por eso, no debería considerarse un añadido decorativo, sino una herramienta estratégica. Bien trabajada, la iluminación define recorridos, crea atmósferas y refuerza mensajes. Mal planteada, en cambio, puede convertir un stand atractivo en uno que pasa desapercibido.
Este enfoque es parte de lo que se empieza a ver en muchas de las TENDENCIAS EN EL DISEÑO DE STANDS actuales, donde lo técnico y lo emocional se combinan para crear espacios vivos, adaptativos, con alma y que consigan conectar con el público.
Iluminar un stand no es solo “darle luz”
Cuando se ilumina un espacio, no se busca solo visibilidad. Se trata de generar sensaciones, de acompañar la propuesta estética y, sobre todo, de reforzar el concepto del evento.
Por ejemplo, una marca que apuesta por la sostenibilidad probablemente necesitará una luz más suave, cálida y natural. Una empresa tech, en cambio, puede beneficiarse de luces frías, contrastes y recursos como tiras LED azul o pantallas retroiluminadas.
Muchas de las IDEAS ORIGINALES DE STANDS PARA FERIAS apuestan por una narrativa que esté acompañada de una iluminación que potencie el storytelling. No como algo “que se ve bonito”, sino como parte de una experiencia pensada para ser vivida por el cliente.
Tipos de iluminación más efectivos en eventos
Luz general
Es la base sobre la que se construye todo. Tiene que ser funcional, uniforme y, a ser posible, adaptable. En stands modulares o reutilizables, lo ideal es que esta capa de luz pueda regularse en intensidad o temperatura, dependiendo del entorno del recinto.
Iluminación focal
Sirve para destacar un producto. Un rincón concreto, un mostrador o una demo. Lo importante aquí es crear “jerarquías” visuales: que el ojo se dirija hacia donde interesa. Esto se logra con focos dirigidos o sistemas de carril.
Iluminación ambiental o decorativa
Este es el terreno donde hay más libertad para experimentar. Aquí entran luces indirectas, efectos dinámicos, retroiluminación de gráficas o pantallas, o incluso elementos escénicos que aportan atmósfera. En muchos de los casos, este tipo de recursos se regulan acorde al nivel emocional que queremos que transmita el stand.
Errores que se repiten (más de lo que parece)
Es frecuente encontrarse con stands que, por falta de planificación, cometen errores como:
- Iluminar todos los puntos del espacio por igual, sin destacar ninguna zona.
- Usar luz demasiado intensa o mal dirigida, que puede generar deslumbramientos.
- Colocar elementos como logo o claim y que no estén bien iluminados y apenas se lean.
- No prever la luz natural que pueda haber en el stand o recinto.
Pueden parecer menores, pero en la práctica, estos errores restan valor percibido a todo proyecto. Un cliente puede no saber decir exactamente qué falla, pero lo percibe. Y eso influye directamente en su forma de interactuar con la marca.
Conclusión
Un stand bien iluminado no tiene que brillar más, pero si entenderse mejor. Iluminar es dirigir la mirada, crear clima, reforzar lo importante. Por eso, no es un detalle más, sino una pieza estratégica.
En el día a día de un evento, donde todo ocurre rápido y hay mil estímulos compitiendo por la atención del cliente, cuidar estos matices puede ser lo que marque la diferencia. No solo para atraer visitas, sino para dejar huella.
